La Erizoteca: 23

Ayer, en la oscura noche
contra el viento, contra el mundo
suspiré.

Ayer ya no hubo reproche,
ayer, como un vagabundo
abandoné.

Dejé atrás tantos intentos
de hacer mi vida mejor,
dejé de vivir contento
y lloré, de dolor...

No el dolor que el cuerpo sufre,
no es ese mi sufrimiento
es un pesar más profundo,
es una angustia por dentro.

No el dolor que huesos quiebra
parece ser mi tormento,
es una pena tan grande
que me ha secado el aliento.

Es un dolor tan inmenso,
es la tristeza sin calma,
sangre exhausta de mi mundo
es la aflicción del alma.

Ayer, en la noche fría
en tus ojos, en tu llanto
me quedé.

Ayer, despedí mi vida
ayer, por quererte tanto
otra vez,
me enamoré.

Quizá no conciba poesías,
no importa,
tal vez sean palabras vacías
y rotas...

me miro al espejo y te veo,
me mira el espejo y te vas
confundes amor con deseo
me enseñas las puertas del cielo
y luego te marchas, sin más,
dejando licor, caramelo,
purpúreos racimos,
manjares suaves, champán,
mil afeites, devaneos,
tantas cosas que vivimos,
tú Julieta y yo Romeo,
tantas cosas que olvidamos
cuando vuelas y estas lejos,
todo aquello que acordamos
cuando en sueños yo te dejo...

todo, todo esto que abandonas
en mi razón desvanecida
todo, todo esto se olvida,
no se lo lleva el viento,
no lo anulan las heridas,
es la erosión del tiempo
la que araña por momentos
lo que aprendes en la vida...

es tan cruel la distancia
que agrieta las amistades,
desvanece los cariños,
minimiza la abundancia
y nos trata como niños
al borrar con confianza
todo aquello que quisimos...

necedad,
yo sostengo firmemente
que es esa la enfermedad
que hace a los hombres valientes,
que al cuerdo torna demente
y cierra su voluntad,
que al que abunda en ignorancia
vuelve al hombre competente,
que a los pobres e indigentes
personas cultas y pudientes
puede si quiera formar,
que al joven que en lejanía
sufre preso y penitente
la distancia tan patente
que le aleja de su amiga,
puede hacer la necedad
que el amado espere siempre,
que la ame eternamente
y ante Dios junten sus vidas...

así pues, necio de mí
he de amarte cada día
aunque al mirarme al espejo
a quien halle sea a ti,
y vea tu rostro bermejo
y luego te marches de allí...

aunque del cielo las puertas
me quieras con gusto enseñar
aunque el amor y el deseo,
complejos serán de explicar;
aunque te marches...
dejando licor, caramelo,
purpúreos racimos,
manjares suaves, champán,
mil afeites, devaneos,
lo que más tarde vendrá,
aquí esperará tu Romeo,
aquí en este mismo lugar,
aquí entre tu piel y tu alma,
contento, paciente y en calma,
aquí aguardará hasta al final.

Con las manos saturadas de vacío,
en la arena de un circo de romanos,
en el agua sedienta de este río,
en el vacío,
ese... que satura mis manos...
allí te espera mi nombre,
a veces también mi alma
con resquicios del cuerpo de un hombre
sin nombre,
al que el mundo le ha dado la espalda.

Con la alforja colmada de sueños,
en las brasas de un témpano de lágrimas,
en la risa del esclavo sin dueño,
en las ánimas,
en el gigante más pequeño...
allí te espero,
en la infancia del hombre anciano,
en la mentira del más sincero,
en el veneno...
ese...que satura mis manos.

Lozanas manos de inerte estío,
ebrias..., abundantes de poesías,
malditas gotas que crean ríos,
tan frías,
rebosantes de vacío...
hastiadas de no rozarte
ni la vacua sombra del trasparente halo,
escindidas en etéreas partes,
lastres...
de tu cuerpo ralo.

¿Quiénes son?
¿Son ustedes los que intentan
con violencia
y sin templanza
abatir mi resistencia
y acabar con mi esperanza?

Les conozco, ya han venido por aquí,
siempre con exigencias
maltrataron mi persona,
abrasaron mi paciencia
y robaron mi corona.

Me dejaron por los suelos, no lo olvido,
quemaron mis sentimientos
con el fuego de mis venas;
les veía, tan contentos,
mofarse sin miramientos
de mis más sentidas penas.

Nunca conmigo clemencia
mostraron hasta el momento,
nunca detalles, ni herencias,
nunca caminos abiertos.
Sólo una cosa aprendí, enemigos,
cuando con saña ataquéis
dejad bien pocos heridos.

Pues el herido, tiene una firme esperanza,
encontrar al ofensor, y gustar de la venganza.
Y hoy por causas del destino,
el herido os ha encontrado,
no habrá culpa sin castigo
y no dejaré sin pena
a aquellos que me humillaron.

Susurra la noche,
me muero de frío.

Buscando un abrazo
llamando a un amigo
encuentro siluetas
que viven conmigo.

Me arde la sangre
quemando el sudor
agrieta mi cuerpo
y endulza el dolor.

Sentado en la arena
naufrago de nuevo
alcé la mirada
hallando un recuerdo.

Pidiendo justicia,
me roban un sueño
y espero en mi vaso
que pase el invierno.

Qué triste que suena
latir mi reloj
golpea en mi pecho,
me pide perdón.

Lloró la mañana.
Tuvo compasión,
lloramos de pena
las nubes y yo.

Susurra la aurora,
no sé de que muero.

Buscando respuestas
el tiempo se olvida,
qué importa esta noche...
¡me queda una vida!