OCASO

Sé que mis letras ya no perforan tu retina, que se deforman y cristalizan abrazándose a tu iris cada vez que parpadeas. Que las espantan tus pestañas y asustadas se desnudan como silencios de un pentagrama.

Sé que ya no se pliega tu pupila ante el destello de mis palabras incendiarias, vomitando la luz cegadora que teñía de púrpura el ocaso de nuestras miradas. Y la pasión expira con el mismo suspiro con que nace, fugaz y penitente, enmascarada, intentando despitar a la implacable realidad que la aturde.


Puede que se apague, como una perseida al besar nuestra atmósfera, egregia y única, mortal destello que se desvanece en tu retina. Puede que entierre el pincel que acarició tu epidermis insertando revoluciones.
Y es que toda luz que deslumbra con su intensidad cuanto la rodea, está condenada a apagarse antes que las demás. Lo sé.