
Apretó los ojos con fuerza intentando hundir el botón que
capturara ese momento. La lucha contra la levedad le persiguió toda su vida, e
intentaba como un niño con un cazamariposas corretear por mil parajes para
cazar instantes preciosos. Aquel día la lluvia y el viento azotaban con
violencia la ciudad, y en mitad de todos y de nadie dos jóvenes se besaban
protegidos por un portal. Los meteorólogos posiblemente no lo advirtieron, pasó
desapercibido para la mayoría de viandantes de aquella plaza, y seguramente a
nadie le importó que aquellos jóvenes tuvieran entre sus labios el epicentro de
la ciclogénesis que revolucionó el país aquella Nochebuena.